VII.3. ARTURO ROSENBLUETH

Estoy seguro de que si hoy estuviera vivo, Rosenblueth no aceptar�a ser clasificado como operacionista. y que con su habitual estilo apasionado y categ�rico proceder�a a demostrarle su equivocaci�n al temerario clasificador. Tambi�n estoy seguro de que al clasificador le convendr�a hacer dos cosas: en primer lugar, escuchar con gran cuidado la argumentaci�n de Rosenblueth, porque aprender�a mucho, no s�lo de filosof�a de la ciencia sino tambi�n de dial�ctica y de muchas otras cosas m�s; en segundo lugar, no abrir la boca, porque no le servir�a para nada. Pero igualmente estoy seguro de que Rosenblueth tambi�n rechazar�a, con la misma vehemencia, cualquier otra afiliaci�n que se le atribuyera en el campo de la filosof�a de la ciencia, no porque fuera un polemista perverso sino porque, como buen cient�fico, era un individualista cong�nito e inveterado; en otras palabras, la �nica escuela a la que Rosenblueth aceptar�a pertenecer seria a la de Rosenblueth, siempre y cuando tal afiliaci�n no se considerara ni total ni permanente, sino sujeta a cambios y a terminaci�n repentina.

 

 

Arturo Rosenblueth (1900-1970).

 

Arturo Rosenblueth (1900-1970) naci� en Ciudad Guerrero, Chihuahua, en el seno de una familia de clase media con gran amor por la cultura (un hermano suyo fue un pintor muy respetable, un sobrino suyo es uno de los ingenieros acad�micos m�s prestigiados de pa�s, y otros miembros m�s de su familia tambi�n brillaron y todav�a brillan en nuestra sociedad por m�ritos intelectuales propios). Rosenblueth inici� en M�xico sus estudios, primero de m�sica y despu�s de medicina, aunque su inter�s en la filosof�a de la ciencia se manifest� precozmente. En sus propias palabras, tomadas del pr�logo de su libro Mente y cerebro. Una filosof�a de la ciencia, publicado en 1970, el a�o de su muerte:

Mi inter�s en algunos de los problemas que analizo en esta monograf�a empez� en 1915, cuando, siendo estudiante de preparatona, le� algunos de los libros que Poincar� dedic� al m�todo cient�fico. En realidad, estas lecturas fueron uno de los factores que me condujeron ulterioririente a seleccionar la investigaci�n cient�fica como meta primordial de mis actividades profesionales.

Rosenblueth no termin� sus estudios en M�xico sino que viaj� a Par�s, en donde estuvo varios a�os (en la Ciudad Luz se gradu� de m�dico y se especializ� en neurolog�a y psiquiatr�a); despu�s regres� a M�xico por un breve periodo (en el cual ejerci� la medicina como neur�logo y psiquiatra y sigui� estudiando m�sica y filosof�a), y en 1930 ya se encontraba en Boston, en la Universidad de Harvard, donde cambi� su especialidad m�dica cient�fica por la de fisi�logo; sigui� estudiando m�sica, adquiri� y desarroll� un inter�s serio y profesional en la f�sica y las matem�ticas, y continu� trabajando en filosof�a de la ciencia. En 1943, en la c�spide de su brillante carrera acad�mica como fisi�logo en EUA (fue el disc�pulo m�s distinguido del famoso Walter B. Cannon, profesor de fisiolog�a en la Escuela de Medicina de Harvard, Rosenblueth regres� a M�xico, gracias a la invitaci�n que le hizo el doctor Ignacio Ch�vez, para dirigir el Departamento de Fisiolog�a del flarnante Instituto Nacional de Cardiolog�a, que se inaugur� el a�o siguiente. Al cabo de 18 a�os de vivir otra vez en nuestro pa�s, dedicado a la fisiolog�a experimental, a la filosof�a de la ciencia y a la m�sica, Rosenblueth se alej� del Instituto Nacional de Cardiolog�a en 1960 para planear, fundar y dirigir, durante sus primeros diez a�os, el Centro de Investigaci�n y Estudios Avanzados del Instituto Polit�cnico Nacional (CINVESTAV), en M�xico. Para el desarrollo de la ciencia en nuestro pa�s, la fundaci�n del CINVESTAV fue un salto cu�ntico: por primera vez en toda la historia registrada de M�xico se daba reconocimiento y apoyo oficial a la ciencia per se (lo que los pol�ticos, adininistradores y periodistas han dado en llamar ciencia "b�sica" o "pura"), como una actividad importante para la naci�n. No import� que las razones aducidas por los demagogos y los comunic�logos para promover a la ciencia hayan sido puramente utilitaristas; de los ignorantes no pueden esperarse juicios iluminados. Lo que importa en este contexto es que el prestigio y la personalidad de Rosenblueth en ese momento hist�rico, junto con el apoyo incondicional de sus amigos influyentes en el gobierno, permitieron que se diera el milagro (o portento, para los no creyentes) de que un pa�s del Tercer Mundo actuara, en relaci�n con la ciencia, corno si fuera del primero.

El concepto del m�todo cient�fico adoptado por Rosenblueth era esencialmente operacionista. En sus propias palabras:

 

 

Fronstispicio del libro El m�todo cient�fico,de Arturo Rosenblueth, publicado en 1971.

 

La construcci�n de modelos de los fen�menos naturales es una de las tareas de la labor cient�fica. M�s a�n, podemos decir que toda la ciencia no es sino la elaboraci�n de un modelo de la naturaleza.

El resultado de la labor cient�fica, seg�n Rosenblueth, es el conocimiento de alguna parte del universo. Sin embargo, este conocimiento no es directo, en vista de que los distintos objetos y fen�menos que constituyen el universo son demasiado complejos para poder entenderlos en su totalidad. Por ello, el investigador selecciona un grupo limitado de variables para su estudio, pero al hacer tal selecci�n, lo que el cient�fico realmente est� haciendo es establecer un modelo simplificado del segmento del Universo que le interesa. Pongamos un ejemplo que le hubiera complacido a Rosenblueth: deseo conocer los mecanismos que regulan la cantidad de agua que existe normalmente en el interior de una c�lula viva. Desde luego, el n�mero de variables conocidas que participan, de una u otra manera, en la regulaci�n de ese par�metro fisiol�gico espec�fico, es inmenso. Para mostrar de manera objetiva lo que quiero decir, he preparado esta breve lista de variables relevantes al fen�meno mencionado; confieso que limit� el n�mero en funci�n de la econom�a del papel, pero podr�a haberlo hecho varias veces m�s grande. Este punto es fundamental para el concepto de Rosenblueth del m�todo cient�fico, por lo que conviene insistir en �l.

 

CUADRO 1. Algunos factores que determinan la cantidad de agua intracelular

  Generales         Na+
    Temperatura     K-
    Tensión parcial de O2     Ca2+
    Humedad ambiental   Proteínas
    Equilibrio hormonal   DNA
    Nutrición   Enzimas
    Edad Sexo   Estructura
    Tiempo RER
    Estado funcional   Biosíntesis
    Nivel de perfusión   Glicosilación
      Volúmen RES
      Presión   Oxidación mixta
      Composición   Lípidos
          Complejo de Golgi
  Celulares     Glicosilación
    Tipo     Empaque
    Vida media     Secreción
    Preparación   Lisosomas
    Membrana plasmática     Hidrólisis
      Fluidez   Citosol
      Poros     Osmolaridad
      Difusión     Metabolismo
      Ionoforos   Núcleo
      Receptores     Receptores
      Bomba de Na+     Metabolismo
      Bomba de K-       Biosíntesis
      Bomba de Cl-       "Splicing"
      Otras bombas     Ciclo celular
      ATPasa de Na+ y K-        
    Patología Medio ambiente
      MAC   Ionicidad
      Drogas   Molaridad
      Parásitos   pH
      Hiperlipemia   Temperatura
      Genética   Hormonas
      Neoplástica   Péptidos
    Mitocondrias   Otras sustancias
      Respiración        
      Fosforilación Relaciones
      Iones   Gradientes
      Electroquímico     Osmótico
            Genético     Yatrogenia
            Intracelular     Genética
            Ambiental     Otras
      Enzimático        
    Estado funcional Nueva patología
      Estimulado   Esqueleto celular
      "Normal"     Necrosis
      Inhibido     Hialino alcohólico
    Patología     "Balloning"
      Edad     Eosinofilia
      Sexo   Inclusiones
      Toxinas     Virus

 

El hombre de ciencia, de acuerdo con Rosenblueth, no est� capacitado para manejar con soltura y elegancia algo tan complicado como la vida real; sus m�todos todav�a son demasiado crudos para intentar el an�lisis de fen�menos tan finos y complejos como los que ocurren en la realidad m�s simple. Ante tal nudo gordiano, el cient�fico (recordando el �xito legendario de Alejandro Magno) ha blandido la espada correspondiente y ha cortado, de un solo tajo, el nudo imposible de la complejidad de la naturaleza. Si no podemos conocer un sector dado del Universo en su totalidad, hagamos entonces un esquema de ese sector, un dibujo basado en aquellas propiedades y variables que s� podemos medir y entender, y aceptemos que por ahora este dibujo es un reflejo fiel, aunque obviamente incompleto, de ese rinc�n del universo. Seg�n Rosenblueth, tal postura se basa en la aceptaci�n (consciente o inconsciente) por los investigadores, de una premisa fundamental: los hechos cient�ficos no son reflejos completos de la realidad, sino modelos simplificados, arbitrarios pero siempre posibles, de ella.

Rosenblueth afirma que la intuici�n participa en diversos aspectos del trabajo cient�fico; por ejemplo, en la selecci�n del problema que se va a estudiar, en la formulaci�n de la hip�tesis, en el dise�o del procedimiento experimental m�s adecuado, en la planeaci�n de experimentos cr�ticos y decisivos, etc. En cada uno de estos pasos importantes en la investigaci�n cient�fica participa, en forma fundamental, la experiencia previa del individuo, pero eso no es suficiente: adem�s, hay que tener buenas ideas. El resultado inmediato de estas buenas ideas ser� que el problema seleccionado para su estudio conduzca a conclusiones m�s generales, que estimulen un n�mero mayor de nuevas investigaciones, que la hip�tesis inicial sea m�s fruct�fera y permita un mayor n�mero de predicciones, que el m�todo experimental utilizado proporcione medidas m�s exactas, y que los experimentos sean m�s discriminativos y sus resultados sean m�s contundentes.

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